AL BORDE DE UN ATAQUE DE NERVIOS

Desde mediados de agosto y especialmente en el mes de septiembre, a medida que creemos empezar a descodificar el repaso de nuestros noveles, surgen las dudas y los nervios empiezan a jugarnos malas pasadas.

Desde siempre, una de las obsesiones de todo criador es intentar adelantarse a la evolución canora de sus pájaros y tratar de hacer una selección lo más temprana posible, en la creencia, unas veces justificada y otras no tanto, de que si somos capaces de anticiparnos lo suficiente en la aparición de los temidos defectos evitaremos riesgos de copia y minimizaremos el número de ejemplares descartables.

La tarea se complica porque no existe un solo tipo de repaso o canción plástica. Veamos algunos de los principales tipos de repaso que podemos encontrarnos en el Cantor Español:

  • Repaso gorjeado o golondrinado: repaso en el que apenas se perciben sonidos claros hasta fechas próximas al inicio de la cristalización del canto. Semeja el canto gorjeado de algunos insectívoros, especialmente el de la golondrina, de ahí que, en muchos lugares, especialmente de Andalucía, se utilice la expresión golondrinear al referirse a los repasos.
  • Repaso pseudocristalizado: repaso en el que, a partir de los dos meses y medio de vida, aproximadamente, empezamos a distinguir sonidos más o menos reconocibles, pero emitidos en un registro tonal, una intensidad y una plasticidad propios de la inmadurez. En ocasiones, sobre todo si los giros que distinguimos nos recuerdan en demasía a alguno de los machos reproductores, este tipo de repasos se da en líneas o familias que todavía no están suficientemente trabajadas hacia el desarrollo del innatismo y conservan el instinto de memorizar a temprana edad y desarrollar posteriormente el canto de los progenitores que han oído durante la cría. Personalmente he observado este fenómeno en muchos ejemplares próximos al canario silvestre y al malinois. En el caso de la raza belga, su extraordinaria capacidad para el aprendizaje, ha favorecido que, mediante determinados cruces y posterior educación orientada, haya dado origen a varias modalidades de canto como el Flawta de Marruecos, el Slavujari de Rumanía o el Orpheo Balcánico, por no olvidar el moderno Timbrado FOCDE.
  • Repasos mixtos: repaso que combina partes gorjeadas con partes aparentemente reconocibles.

             
Sin el menor género de dudas, los repasos que más atacan los nervios de los criadores son el gorjeado y el mixto, el pseudocristalizado da a los criadores noveles y no tan noveles una sensación de falsa tranquilidad y de euforia cuando lo que oímos nos gusta, olvidando que se trata de un simple repaso y que, hasta que se produzca la cristalización del canto, éste se va a ver modificado, añadiendo o perdiendo sonidos. Este tipo de repasos es el responsable de esos canarios campeones en agosto y que demasiadas veces son los primeros en ser descartados.

Yo siempre digo que, en la fase de voladero, a poco que hayamos hecho las cosas con un mínimo de sentido común, nuestros ejemplares tienen la obligación de tener buen fenotipo morfológico y de repasar bien. El problema surge cuando empiezan a cristalizar el canto, ya que no todos tienen el talento y la capacidad para componer esas canciones complejas y variadas que todos perseguimos. Un Cantor Español tiene que tener alma de compositor, de crear, gracias a la interactuación canora y social con su hermano de voladero, su propio y distintivo canto, y no todos los compositores tienen el mismo talento.

Con demasiada frecuencia son nuestros nervios e impaciencia, e incluso el exceso de confianza en nuestras propias habilidades como criadores, los que malogran a nuestros particulares compositores alados.

Particularmente, antes del enjaule individual, solo descarto aquellos voladeros en los que se escucha de forma clara algún ritmo continuo, riñas marcadas o nasales. Y reconozco que lo hago más por lo que me molesta oír esos sonidos que por el riesgo de que el resto de voladeros copien, ya que, al menos en casa, cada voladero ha ido siempre a la suya sin dejarse influenciar por el canto de los vecinos salvo en dos supuestos: la detección tardía de un timbre metálico en algún voladero y aquellos voladeros en los que, por despiste, resulta haber un único macho (que ante la falta de un hermano con el que interactuar canoramente suele intentar engancharse con mayor o peor fortuna al repaso de algún voladero vecino). E incluso en estos casos la disponibilidad de sitio es fundamental. Si dispusiera de más espacio, estos primeros descartes no saldrían de casa porque en los treinta años que llevo criando canarios de canto (Timbrado primero y Cantor después) he visto demasiadas cosas que, de no haber sido testigo directo, no me las creería.

Siempre recordaré un voladero del año 2002. En el mes de agosto, después de volver de vacaciones, escuché una rodada de libro en uno de los voladeros. Automáticamente los cogí, los metí en un transportín y, a falta de otra opción, me los llevé a casa de mi madre, lugar donde tenía las hembras adultas. Un balcón acristalado rodeado por balconeros por tres de los cuatro puntos cardinales, sin olvidar los canturreos propios de las hembras adultas. Allí se quedaron los desterrados, en una jaula de 60 cm para ellos solos en la parte superior de la torre de jaulas en las que tenía las hembras adultas y con la misma alimentación que ellas; mixtura, pasta de cría a discreción, etc. Pues bien, esto fue en agosto, hasta octubre no volví a oírlos, de casualidad. Por increíble que parezca, hembras adultas y balconeros de los vecinos mediante, la rodada parecía haber desaparecido. Me los traje a casa, los metí en jaulas de concurso y al día siguiente los saqué a la palestra para ver si era cierto lo que había creído oír o, mejor dicho, no oír. Pues bien, había tres machos. Dos baberos y un corbatín. Los dos baberos no solo no tenían rodada sino que encima eran hasta buenos, el corbatín solo compartía parte del repertorio de sus hermanos, era inferior, y ese sí que hacía una rodada imperfecta de agua, pero ni parecida a la que emitían los tres hermanos en el mes de agosto.

A lo largo de estos treinta años lo mismo he visto en casa de otros criadores con riñas, nasales y otros defectos. Cierto es que en la mayoría de los casos los defectos no solo no desaparecen o se transforman en giros positivos, sino que se agravan, pero al menos debe hacernos pensar en esa frase tan manida en nuestra afición de que dos más dos no son cuatro. Lo ideal sería llevar los voladeros aparentemente defectuosos a otra habitación y dejarlos evolucionar, cierto que la mayoría acabará en la pajarería, pero merece la pena dejarlos ahí por si acaso. Con todo, si lo tenemos claro y no tenemos la suficiente paciencia o espacio, lo mejor es no correr riesgos y quitarnos ese tipo de ejemplares.

Mención aparte merecen las resonancias de ch e incluso las sesgadas que se vislumbran en muchos repasos, fruto de la inmadurez y de la falta de dicción implícita en los mismos y que, a medida que se produce la cristalización del canto y se van engarzando correctamente consonantes y vocales, se van limpiando hasta desaparecer o, en algunos casos, quedarse como una leve resonancia de fondo casi imperceptible.

Hay líneas, como por ejemplo la de Iso, que se caracterizan por tener repasos en los que abundan los sonidos de consonantes y cuya voz poderosa hace que muchos sonidos tengan una aparente sonoridad a ch. Cierto que los ejemplares sin facultades la terminan emitiendo, pero en la mayor parte de los casos basta con dejarlos evolucionar a su aire para que estas supuestas ch vayan desapareciendo transformándose en sonidos musicales libres de la temida consonante. Con todo, hay muchos criadores que en cuanto escuchan uno de estos repasos se ven atacados de los nervios y se los quitan. Incontables son los casos de criadores que, teniendo sitio, separan algún voladero con este tipo de repaso y que, a la vuelta de unos meses, cuando los vuelven a escuchar se sorprenden de que la temida ch, que parecía inundar el 90% del repaso, ha desaparecido. Esto ocurre especialmente en la primera etapa de jaula de concurso con pájaros enjaulados prematuramente, con el agravante de que empezamos a trastear antes de hora a los pájaros, los precipitamos y ahí sí que acabamos con una ensalada de chs.

Parecido pasa con algunos gangoseos en repasos de líneas de tonalidades medias y timbre hueco-acuoso, que, a medida que el canto va cristalizando, las consonantes y vocales se van engarzando y la voz madura, se van limpiando hasta adquirir una sonoridad correcta. Y lo mismo podría decirse con ciertas sonoridades sesgadas en repasos de líneas muy metálicas, que hacen que, hasta que se produce la adecuada maduración del canto, algunos sonidos chirríen cual hierro oxidado en el cartel indicador de una gasolinera del desierto norteamericano en un anuncio.

Con todo esto no quiero decir que este tipo de sonidos dudosos y que nos atacan lo nervios siempre acaben bien, todo lo contrario, las estadísticas son testarudas y nos dicen que hay un porcentaje mucho mayor de posibilidades de que acaben mal que de que acaben bien. Mi intención es únicamente hacer reflexionar a los criadores, un repaso es eso, un repaso. Tenemos que tener paciencia y dejar evolucionar a nuestros pequeños compositores y, si tenemos la fortuna de disponer de sitio, mejor no perder de vista, de momento, los voladeros que aparentemente meten la pata.

Hay que tener los pies en el suelo y la cabeza fría, en la mayor parte de las ocasiones, de esos pollos que oímos en los voladeros ni los que nos gustan van a ser tan buenos como pensamos, ni los que nos disgustan tan malos. Es más, suele ocurrir que los mejores canarios los saquemos de esos voladeros de repaso golondrinado que menos nos llamaban la atención en los meses de agosto y septiembre.



 
 
 
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